Siiii, aun desconecto. Lo hago cada vez menos, pero lo consigo.
Desconexión: Cómo ya he dicho en otra ocasión, me hace desconectar una cerveza con amigas, pero no, no vale cualquier amiga. Tiene que ser esa amiga concreta, con la que primero puedes desahogarte, y una vez has vomitado toda la mierda empiezas a saborear las aceitunas con gusto, llegando a casa liberada. En este grupo entra poquita gente (la numero uno se ha ido a vivir fuera). Con la mayoría intento fingir y si veo que ese día no puedo, o no quiero hacerlo, directamente me quedo en casa y prefiero no ver a nadie. Es importante que en el grupo de amig@s no haya ninguna embarazada, porque si no, no puedo evitar dejar de mirarle la barriga...es como un imán, mis pupilas se pegan a ese bulto hipnótico que parece que me habla: algúnnnnn diaaaaa (con voz de ultratumba).
Desconexión: ¡Viva el amoniaco! Desconecto limpiando mi casa, ordenando cajones, colocando armarios... es inversamente proporcional, a menos suciedad más serenidad, y una vez todo requetelimpio suelo estar tan cansada que tumbarme en el sillón y ver NADA en la TV es una fantástica idea. Mi mente se queda en blanco y la única neurona que revolotea no tiene ganas de movidas, ve la televisión y calla.
Desconexión: Desconecto viendo una peli con papá pirata, o leyendo un libro (depende mucho del libro, porque algunos hacen el efecto contrario). Desconecto dedicándome a planear mi futuro jardín. Desconecto cuando juego con mis perros. Desconecto cuando me meto en la cocina y me dan las horas inventándome nueva recetas.
Conexión: No desconecto yendo de compras, me fijo continuamente en las miles y millones de embarazadas que deciden salir de compras en ese mismo instante. O en las cientos de madres con carritos que absortas miran la talla de la camiseta y como idiota me pongo a pensar: "si tuviera un carrito ahora mismo no miraría camisetas, me pasaría la tarde contemplando la carita de mi niñ@ haciéndole bobaditas". Tampoco desconecto porque sigo comprándome ropa pensando que al mes que viene estaré embarazada. El año pasado me compré una chaqueta preciosa de piel y dudé varias veces en la cola de la caja si llevármela porque no iba a poder disfrutarla, era demasiado ajustada para la barriga que tendría en el invierno pasado (ilusa).
Conexión: No desconecto cuando quedo con mi familia. Mi futuro sobrino es una nube que nos envuelve a todos, hablemos o no de él. Y mi madre, que es muy sabia la mujer, siempre me mira con pena (quizás porque mi cara es el espejo del alma).
Conexión: No desconecto en los eventos importantes, en los que la gente celebra cosas. Soy muy egoísta en estos momentos, pero ahora cualquier celebración me hace pensar que yo lo único que quiero celebrar es mi maternidad. Se que está mal pensado. Puedo celebrar cada día que estoy viva, que tengo una familia que esta bien, que tengo amigos que me quieren, que estoy casada con la persona que amo, que vivo en la casa que deseaba, que tengo trabajo... En realidad tengo tanto que celebrar que me siento muy injusta cuando no lo hago.
Conexión: No me hace desconectar entrar en mi baño. Si las habitaciones de una casa guardaran recuerdos, ya os digo que mi baño guarda los más intensos de todo lo que he vivido en los dos años que llevo en mi casa. Mi baño ha conocido todos mis positivos, con sus correspondientes alegrías, y los momentos más catastróficos de mi existencia. Guarda lágrimas como mares, y guarda en el espejo la imagen de una "madre" que cada día se acariciaba la barriga, esperando que creciera. El agua de la ducha ha arrastrado muchos sentimientos que han corrido por mi piel hasta acabar en el desagüe con el resto de las gotas. El suelo de mi baño me ha visto muchas veces derumbada, y también ha visto como he puesto las manos en el suelo y me he vuelto a levantar. Creo que es una estancia con magia, porque guarda todo lo que no cabe en ningún otro sitio. Pero entrar en el baño es mirarme en el espejo, y entonces me doy cuenta de lo diferente que me veo y que me siento. No, definitivamente no me hace desconectar.
Conexión: No desconecto en el trabajo, porque la mayoría de los días paso demasiadas horas delante del ordenador. ¡Horror!
El día pinta de una manera u otra dependiendo de qué Lola se levante de la cama. Si se levanta Lola "la penas", me meto en el baño cada media hora, me miro al espejo y echo una lagrimita cada tanto. Me voy a hacer la compra de la semana y en vez de fruta voy en busca de preñadas, y las cuento (1, 2, 3...a la 5ª me voy, sin la fruta), decido llamar a mi hermano y preguntar por la barriguita de mi cuñada y cuando cuelgo vuelvo a llorar. Llego a casa y miro a Papá pirata con mi cara de "cosita penosa", él se levanta y me da ese abrazo que me hace dejar de intentar no llorar "demasiado". Vuelvo al baño y cuando me miro al espejo, me veo fea (claro, llevo el día llorando) y si, vuelvo a llorar.
Si se levanta Lola "la paso de todo", decido no ir a ese bautizo por compromiso, paso olimpicamente de hacer nada que no me apetezca de manera sobrehumana y me quedo con Papá Pirata en casa. Entro en el baño, porque no me queda otra y cuando salgo me miro al espejo y me saco la lengua. Me veo preciosa y me pinto más coloretes. No llamo a mi hermano, porque se que mi cuñada se encuentra en el limbo de los dioses y su felicidad va a seguir estando ahí mañana. Juego un ratito con mis perros, mientras pienso lo requetefelicices que son con tan poco. Miro mi almendro y me imagino lo bonita que quedará algún día la casita en el árbol, y no, no lloro, eso de llorar es para Lola "la penas".
Las dos deben de estar en armonía, una lucha por sobrevivir, la otra por no perder lo que soy y lo que tengo. Una me hace recuperar la cordura y la otra saca lo feo que no puede quedarse dentro. Combinándolas hace que esto siga adelante y que aun no piense en tirar la toalla.
Este fin de semana va a ser de conexión-desconexión, porque llueve, porque no me apetece ver a nadie, porque quiero abrazos de papá pirata, pero juro que encontraré ratitos para sonreirme en el espejo y hacer ricas comiditas mientras miro el almendro.
¡FELIZ FIN DE SEMANA!